sábado, junio 14, 2014

Homenaje a Edgar Allan Poe, y su vivo genio creador


Dibujo: Antonia Pérez
Edgar Allan Poe a los 40 años era un ser errante, el escritor iba y venía. Tiene 40 años y estaba arruinado. Estaba débil. Estaba solo, sin familia, sin hijos.

Un día fue a Nueva York y partió con dolores. Al llegar a Baltimore entró en el mítico bar, The Horse You Came In On Saloon, una taberna donde hoy los parroquianos creen fervientemente que existe un fantasma llamado Edgar y al que no se le puede nombrar. Dicen que Poe tomó algo. Un vaso habría llevado a otro vaso. Se dice que había opio y heroína, las drogas que se usaban en ese tiempo, aunque nada se pudo comprobar.




En la madrugada, fue encontrado en los adoquines de la vía pública.

Vivo aún, pero su reloj del destino ya había sonado y  la muerte escarlata, la señora huesuda estaba sentada a su lado.  La muerte hoy se viste de jeans y polera ajustada y en cuyo pecho lleva un tatuaje de rosa negra. En la época de Poe la muerte se vestía, quizá, de gótica, con ropas de terciopelo negro y con una máscara manchada de sangre. Lo llevaron en un carro al hospital  Washington University, y a la pieza donde colocaban a los bebidos. Allí murió él, vencido, según se dice, por el maldito delirium tremens. Mas, no había hálito alcohólico. No estaba bebido. Congestión cerebral, escribió vagamente el médico John Moran.  Edgar llevaba las ropas de otro. 

Era un absurdo modo de desaparecer, una misteriosa forma de perderse, tirado en la calle como un quiltro desamparado,  uno de los genios de la literatura mundial, padre del terror y del misterio.

Entonces, Rufus Griswold, que hasta entonces se consideraba su amigo,  sin que ya Poe pudiese defenderse, escribió un obituario maldito, una infamia feroz, con el seudónimo de Ludwig. Ese escritor hipócrita que se consideraba su amigo, para sorpresa y repugnancia de todos, era un vampiro chupasangre, un chupacabras que roba cadáveres en el cementerio, y que realizó una mascarada cobarde y rencorosa y mediocre y describió a Poe como un tipo complicado, irascible, envidioso, cínico, orgulloso, bastante malo. Y después escribió una biografía donde lo retrata como alcohólico, delirante, mujeriego, y en que, ese era el punto central del envidioso, no le dio mérito a la obra de Poe.

Fue el grande de Charles Baudelaire, que había traducido las obras de Poe al francés, que salió en su defensa apasionada, y escribió un opúsculo alabando la pureza del estilo del maestro.

Edgar Allan Poe fue un hombre marcado por la muerte de las mujeres que amó. Edgar Allan Poe fue perseguido tempranamente por la inefable y gótica señora Muerte.  Poe nació en Boston en el año 1809, era el segundo hijo de una familia de actores de teatro. Su padre desapareció. Su madre, notable y bella actriz, en 1811, cuando Edgar tenía tres años de edad, su bella y carismática madre, comenzó a escupir sangre. A partir de ese momento cada vez aparecía menos en los escenarios, hasta que, en octubre de 1811, dejó de hacerlo por completo.  Amigos y compañeros de Eliza, cuidaron de los niños durante su enfermedad, y otras personas del área de Richmond se interesaron por su salud. La madre recortó un rizo de su cabello para dejárselo a Edgar. Finalmente, una madrugada fría y  lóbrega, Eliza murió de tuberculosis el domingo 8 de diciembre de 1811, a la edad de veinticuatro años, rodeada por sus hijos. Después con los años, cada vez que llegaba a una ciudad, Poe visitaba las bibliotecas buscando archivos donde apareciera su madre.

El huérfano fue adoptado por la familia del comerciante John Allan. A los seis años viajaron a Inglaterra con la familia Allan y entró a estudiar en el internado Manor House School, en Londres. A  los once años regresa con su familia a Richmond. Poe fue un buen deportista, un joven entusiasta de impulsos generosos y algo bromista. Su vida en Richmond transcurrió como la de un joven educado de buena posición e hijo único de una familia adinerada. Un día, Poe descubrió que su padre adoptivo engañaba a su esposa con varias mujeres, dado el cariño que Poe tenía por Francis (su madre adoptiva) dicen que se enfrentó con su padre. A los diecisiete años ingresó en la Universidad Estatal de Virginia y estudió lenguas clásicas.  Allí Poe escribía poemas que luego leía a sus amigos. Viajó a Boston y editó su primer libro “Tamerlam y otros poemas”. Ingresó como soldado raso en el ejército y más tarde, ya suboficial, pidió el ingreso en West Point. Poe tenía 19 años cuando muere su madre adoptiva, Frances.

Poe se va a vivir a Baltimore  con su tía Clem y su prima Virginia. Y aquí en Baltimore es donde comenzó su consagración como escritor. Tenía Poe veintitrés años, sus cuentos comenzaron a publicarse, aunque mal pagado. Logró convertirse en redactor del Southern Literary Messenger en Richmond. Allí llevará a vivir a su tía y a su bella prima Virginia con la cual contraerá matrimonio. Más tarde se trasladó a Nueva York y luego a Filadelfia, colaboró en varias revistas, siempre con éxito, provocando el aumento de la tirada de ejemplares. Sus críticas a la literatura americana creaban expectativa, pero se ganó más enemigos que amigos. Sus ingresos aumentaron un poco, pero estos no lo sacaron de la pobreza.

Contaba Poe con 33 años, todo iba bien, hasta que sobrevino otro infortunio, un golpe del destino que Poe acusó enormemente. Virginia tocaba el piano en presencia de su amado esposo Edgar Allan Poe, cuando de repente sufre la ruptura de un vaso sanguíneo y  la orgía de sangre empezó a brotar copiosamente de los delicados labios de la joven, revelando así los primeros síntomas de su fatal y terrible enfermedad, la tuberculosis, una enfermedad  que se apoderaría de Virginia durante cinco años y que la dejaría  inválida. La enfermedad fue progresiva, grotesca y dolorosamente lenta, cinco años transcurrieron entre su primer vómito de sangre escarlata y la muerte que entraba y salía por la ventana de su humilde posada. Virginia pareció restablecerse a veces, Poe se alegraba y esperaba una sonrisa de fiesta: Pero el teñir del reloj del destino volvía a producir el desconcierto, el horror y los gemidos, las puntas cruentas, y de nuevo entraba por la ventana la muerte escarlata y fría con su máscara negra manchada de sangre, para sentarse altiva en el lecho de la moribunda. Hasta que llegó la delgada e inevitable muerte púrpura, la muerte escarlata como el color de la sangre oscura, con su máscara negra manchada de sangre. Con la señora muerte ya no se podía jugar.
Después de eso, alguien anunció, como un oráculo, su pronta muerte. La  espantosa sentencia de su muerte llegó a sus oídos. Es como si él hubiese visto eso labios que sentenciaban su muerte con una frase mortal. “No durará”.

La terrible agonía de su amada durante cinco años, lo afectó, provocándole cierto desorden interior.   Estaba agotado, agotado hasta no poder más, por aquella larga agonía. El escribe aún después de morir Virginia, con menos frecuencia, es cierto, pero con vigor de estilo. Es cierto también que a partir de aquí, Poe ya no es el mismo. Poe ve la imperceptible ondulación, el péndulo de la negra guadaña  que se había colocado sobre él. 
Así llegó un día al The Horse You Came In On Saloon.

Se ha dicho que era un genio enfermo.
Su cuerpo está enfermo, sí.
Está en pozo sin salida, sí.
Espera el inefable reposo que nos espera en la tumba, sí.
Era un errante confundido, sí.
Pero vivo está su genio creador. 
Poe tenía talento, tenía garra, tenía cercanía con el público.

Y por más que un envidioso, celoso y suspicaz escritor, (un pobre escritor hoy desconocido por todas partes, que lo condenó al momento de su muerte), pasan los años, y pasa un siglo y pasa otro siglo y la obra de Edgar Allan Poe persiste, sigue inspirando a los más grandes creadores de nuestra cultura. 
No sólo a los escritores como Dickens, Merville, Lovecraft, Agatha Christie, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, María Luisa Bombal. 
No sólo  a los músicos como Los Beatles, Sylvio Rodríguez, Metallica, Lou Reed, Nightwish. 
No sólo  a los miles de dibujantes, a los ilustradores y a los dibujantes de historietas. También a las nuevas generaciones de lectores, que lo siguen leyendo y le rinden homenaje, tal como como ustedes, tal como nosotros, aquí en este amable Café Literario, en esta noche afuera tan helada de junio, aún otoño pero  frío y húmedo día de junio.

Omar Pérez Santiago, Café Literario Parque Bustamente, 10 de junio 2014



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