miércoles, octubre 13, 2010

“Desarrollo de la cultura y las artes. Posibilidades y desafíos para el 2018”





Publicado por Ministerio de Planificación, 2008.
Los análisis estratégicos y estudios prospectivos que promueve hoy el Ministerio de Planificación, y que buscan explorar escenarios futuros de desarrollo de Chile analizando el impacto de tendencias y eventos que incidirán en el devenir del país en los próximos años, es una tarea interesante y necesaria y un ejercicio intelectual muy actual y muy técnico. Es una manera sabia de abrir una fisura en el muro del presentismo de los tiempos.

Cuando se me solicita esbozar el escenario más posible en el arte y la cultura para el año 2018, una futurología cultural, lo primero que se me ocurre, paradojalmente, es comenzar con un acto retrospectivo, y  retrotraerme hasta hace más de diez años atrás, para buscar las huellas de  como estaba el estado del arte y la cultura. Entonces Chile había salido de una cruel dictadura que dejaba un gran hoyo negro cultural. El mundo del arte y la cultura estaba expectante por los cambios que se esperaban y con el  nuevo gobierno democrático comenzó en esos años un  factor de cambio muy central en la configuración de políticas públicas culturales. Desde entonces se produjo en el ámbito de la cultura y las artes profundas transformaciones dadas centralmente por la diversificación y expansión cuantitativa, a través de los años, de los fondos de cultura y la institucionalización de la cultura en un Consejo de Arte y Cultura.


El Fondart, el Fondo del Libro, el Fondo audiovisual, el Fondo de la música y el Fondo nacional de escuelas artísticas se desarrollaron de un modo muy específico. No financian obras, libros, pinturas, u obras de teatro, como ocurren en otros países, si no que financian “proyectos” “artísticos culturales, que postulan en concursos abiertos. Se financian, parcial o completamente, simples planes, ideas, intenciones, deseos y aspiraciones.

Pero esta política cultural centrada en proyectos concursables no estuvo exenta de crítica. Yo mismo sostuve públicamente mi divergencia en el diario La Época con una opinión prospectiva sobre  los riesgos de los nuevos fondos de cultura  

Dije entonces: “Los fondos tienden a una estandarización de la producción cultural. Producen o tienden a producir una actitud consensual e institucional. Liman las aristas culturales. No sólo por los evidentes riesgos de que los fondos sean dominados por criterios ideológicos de moda. No sólo porque los miembros de los comités sean de una cierta tendencia. Eso ocurre o puede ocurrir,  sobre todo cuando esas llamadas personalidades del jurado son designadas por funcionarios que a su vez han sido nombrados por la autoridad política. Eso ocurre. Si no ocurriera, sería bien extraño en un país altamente partidizado.
El problema principal es que los mismos creadores tienden a autocensurarse, a frenarse y buscar escuchar los rumores de las conversaciones de pasillos, las orientaciones estéticas de los jurados. El creador se autocensura por una actitud pragmática, a objeto de tener posibilidades en el concurso del Fondo. La llamada producción cultural tiende a recaer sobre aquellos que saben desarrollar funciones diplomáticas.  Los fondos son discriminatorios. Para tener oportunidades se debe usar un cierto lenguaje, un cierto código, una cierta forma de pensar. Hay que estar conectado, tener relaciones, usar la figuración pública. El Fondo tiende a apoyar a determinados conglomerados, aquellos que saben hacer el trabajo de lobby y que se informan directamente de los criterios que se manejan dentro de las comisiones y las formas de hacer presión. Se desarrolla el arte de manejar las influencias y se fortalecen los circuitos auto recompensados. Se desfavorece a aquellos que no participan de ese juego de los circuitos de la influencias, principalmente los creadores de las regiones, de las comunas populares, los jóvenes y los sectores marginados en general.””. (“El Fondart no es progresista” La Época, Jueves 18 de septiembre de 1994).

Postulaba yo como alternativa a esos fondos concursables el fortalecimiento de la infraestructura cultural sobre todo en  comunas y regiones más pobres del país, que no tenían cines, ni teatros, ni salas de exposiciones y carecen de escuelas artísticas y centros de extensión cultural. Los grupos culturales copaban el escaso espacio existente, en relación con el tamaño de la población, como para haber creado un monopolio por defecto. El trabajo cultural mantenía un carácter piramidal, y había ausencia de mecanismos democráticos de presión.

Pero quién iba a decirlo, pasarían los años. Y sí, pasaron los años, rápidamente me parece a mí ahora,

Y luego de estos años que pasaron rápidos, hoy la situación de la cultura y de los fondos de cultura está algo enrarecida. Tal como lo sospeché hace 14 años, hoy los postulantes a los fondos comprenden perfectamente como hay que adaptarse al sistema mediante el lobby, un lenguaje apropiado y simulacros verbales para elaborar un “proyecto” artístico. Y cuando se denuncian las irregularidades de los fondos, los funcionarios someten a  los fondos culturales  a sucesivos ajustes formales. Pero esos acomodos no solucionan los problemas de fondo, lo único que hacen es complejizar los formularios, es decir, burocratizan aún más los procesos. El sistema, funciona débilmente, las obras no circulan, las obras no se ven o se ven poco, y en el espacio público se habla poco, en general, de literatura, de pintura o de teatro. Más y más hablan agentes y funcionarios donde el arte en general ha sufrido un embarazoso proceso de funcionarización.

 La molestia por la situación de los fondos de cultura en el mundo artístico y cultural se ha expresado de modo persistente, pero subterráneo. Pero ya el año pasado la critica al Fondo del Libro fue explícita y más de 300 escritores firmaron una carta de protesta que se llamó “La infelicidad permanente”. Ese solo título demostraba el descontento de la clase literaria.  También se nota en el tono de las críticas permanentes a los fondos de cultura entre músicos, actores, pintores,  en parte, quizás, por la frustración que genera la impotencia de ver el modelo constituido y funcionando sobre si mismo.
Los artistas lo dicen en todos los circuitos como funciona esto: hay que formatearse, aprender a leer formularios, saber quien es el jurado y hacer  lo  que le guste al amigo funcionario, como si fuera un  crupier de feria que reparte los números de la lotería. Y luego a esperar rogando como lo niños al viejo pascuero. Ese ambiente ya está plasmado en la excelente novela “Informe Tapia”, de Marcelo Mellado. Este deterioro va unido a un paralelo enfriamiento de un movimiento democrático y a la ausencia de medios de comunicación críticos sobre arte o cultura. 

Paralelamente, salvo excepciones, no ha habido distribución del capital cultural. La situación continúa, en general, de la misma manera. En la mayoría de las comunas de Santiago todavía no hay cines,  teatros, librerías,  salas de exposiciones. 

Futurología

¿Cómo se verá Chile el 2018 en el área del arte y la cultura?

El futuro sobre el arte y la cultura es altamente predecible y estadísticamente pueden describirse por medio de modelos matemáticos simples. El pronóstico estratégico es que si el país sigue funcionando de este modo en el ámbito de la cultura, en diez años más los fondos de cultura habrán aumentado al doble. Se duplicarán. Pero lo único que harán será construir más arte mediocre y de cartón que no servirá para nada más que para el tedio. Los artistas estarán aún más condicionados y, se puede asegurar,  los ganadores de proyectos seguirán siendo esencialmente los mismos.
El arte será acrítico, amable y manso con los encargados del reparto, triunfante en ese pequeño reducto. La historia, si continúa de este modo,  mostraría la ocupación paulatina y definitiva del espacio artístico por  un poder funcionario.

Por otro lado, los jóvenes habrán acumulado aún más rabia en las poblaciones, aún más desoladas.

Actitud proactiva

¿Qué habría que hacer para cambiar esta situación si deseamos tene una actitud proactiva?

Primero, habría que tener una visión temeraria. Frente a los delicados problemas, no podrá haber cambio con mentalidad timorata.  Por lo tanto, la primera condición, es naturalmente, ser valiente y mirar lucidamente  las cosas como son. El mismo camino seguido hasta hoy no es la solución. La solución, sociológicamente hablando, está definitivamente en una revolución político cultural.

Segundo, El capital cultural real en Chile está vinculado al ejercicio del poder y autolegitimación, por lo tanto la revolución política cultural debe ser parte de un nuevo proyecto social y político que postule redistribuir el poder. Verdaderos actores culturales no pueden existir si no hay una democratización efectiva de la cultura. De ahí que es importante redefinir lo que se entiende como servicio público cultural. La exclusión cultural producto de la  pobreza, y el hecho de que la gente no tenga acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación son temas de poder.

Es decir, no habrá cambio cultural artístico auténtico mientras no haya un movimiento artístico  ligado a la lucha por la democratización plena, por una Constitución democrática, por la lucha por el agua, los ríos, el mar, el aire limpio, de los ecosistemas, las carreteras gratuitas, de la educación en todos sus niveles,  las ondas electromagnéticas del Internet, de los nuevos movimientos de consumidores, del rescate de la diversidad cultural de los  pueblos originarios y particularmente al pueblo mapuche. El cambio de la cultura y el arte necesita ser inserto en cambios integrales.

Juntas de Desarrollo Cultural

Todos los informes de expertos internacionales  indican que la vinculación con la sociedad civil es un elemento de gran importancia para el desarrollo y la promoción del arte y la cultura. Las actividades culturales que coordinan las propias comunidades tienden a ser más duraderas.
El cambio debe empezar entonces con la participación de la gente a nivel barrial, comunal, territorial construyendo efectivos centros de activación o Juntas de Desarrollo Cultural. Se deben modernizar las bibliotecas comunales y construir allí verdaderos centros de reunión, de acopio e intercambio de ideas, verdaderos centros de comunicación digital, de espacios compartidos, de coordinación nacional, que vaya más allá de la gestión de los centros propios. El desarrollo, en un marco de  cooperación,  la creación de centros culturales a partir del engrandecimiento y modernización de  las bibliotecas  públicas contribuirá a garantizar el derecho y la libertad de acceso a la información y la cultura de los ciudadanos chilenos, ayudará a paliar la desigualdad, garantizando  el derecho de todos los ciudadanos a acceder a Internet y a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sin discriminación alguna y en igualdad de condiciones; facilitar la formación de los ciudadanos para el uso de las tecnologías y aprovechar las posibilidades en el nuevo entorno de la cultura y el arte, que suponen una ventaja objetiva y comparativa.
El objetivo es que las actividades culturales surjan desde las comunidades. Deben ser un centro de patrimonio, de teatro, de encuentro con escritores y artistas,  centros de recuperación y estimulo de la participación ciudadana organizada, mediante la descentralización de fondos públicos participativos y poner el arte al servicio de la gente. Si en diez años se invierte en todas las comunas más pobres del país en bibliotecas modélicas y modernas, que incluyan, cafeterías, Internet, servicios básicos, salas de lectura de periódicos y revistas y salas de reuniones, en un programa de ese tipo, administradas por consejos locales de cultura, mejorará, qué duda cabe, de modo significativa la vida social y comunitaria de Chile, la gran falencia de estos años.

Creación de Centro Nacional de Cultura Ambiental. Directamente ligado a las políticas ambientalistas debe haber un centro nacional que impulse en forma práctica la cultura ambientalista en las escuelas, liceos y universidades, pero también en la comunicad.

Creación de una Universidad Mapuche. Esta universidad de la diversidad debe se creada en la Araucanía y debe propender a mantener la cosmogonía mapuche y de los pueblos originarios. La universidad sería en un real centro de pensamiento que fomente el compromiso con el desarrollo integral de los pueblos originarios del país, además de crear un espacio que acoja la diversidad cultural. El proyecto original de Universidad Mapuche fue aprobado en el parlamento en 1973 durante el gobierno de Salvador Allende, pero nunca se realizó.

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