lunes, octubre 30, 2006

Coré y el Peneca

Ayer domingo bebimos un aperitivo de vino arreglado (vino tinto, frutilla de la estación, azúcar a gusto, hielo) y almorzamos merluza frita con ensaladas varias.

Luego de una breve siesta fui a la feria del libro de Santiago en la estación Mapocho. A las 17 y 30 presentaron el libro Coré, del artista Mario Silva Ossa (Coré), (1913-1950), que reúne las mejores ilustraciones que Coré publicó en las portadas de El Peneca con la compilación y textos de Juan Domingo Marinello. Alfonso Calderon, un cronista destacado, contó sus encuentros con El Peneca en su sureño pueblo natal y luego su conversación con Coré en Santiago. El joven Rodrigo Salinas contó su especial relación con un original de Coré que permanecía en la casa de su abuela.
El libro es un placer hojearlo, ( cuesta 18 mil pesos, unos 35 dólares)
Presentación del libro de Juan Domingo Marinello :

“Mario Silva Ossa, quien tomó su seudónimo Coré del nombre de un ángel rebelde que aparece en la Biblia, es uno de los ilustradores más importantes de nuestra historia, un creador de seres mágicos, un artista prodigioso cuyo trabajo pobló el inconsciente de los niños latinoamericanos durante décadas, y que hoy recuperamos para las nuevas generaciones.
La exquisita sensibilidad de Coré confirió vida eterna a hadas, ogros, duendes, piratas y aventureros sin cuenta, haciendo navegar por el mar de la fantasía a miles de mentes juveniles. Maestro en aprisionar con su trazo el instante de un gesto hiperrealista, siempre espontáneo, reconocible, cinematográfico, en sus «seres de tinta y hueso» –como los llamó el poeta Jorge Montealegre–, no deja de inquietar la expresión malhumorada de un pirata, la sensualidad de una princesa, la humanidad de sus gnomos. Sus personajes, que viajan por las historias representando y custodiando un ideal, son seres convincentes, no convencionales, expresiones esenciales de la bondad y la maldad. Sorprende la permanente curiosidad y la capacidad de estudio de épocas pretéritas en Coré, así como su fantasía y su amor por la infancia; él mismo fue un eterno soñador, un niño buscador de tesoros, un explorador de lejanos e insospechados continentes.
Mario Silva Ossa nació en San Fernando el 9 de marzo de 1913 y murió en Santiago en 1950, arrollado por un tranvía. Estudió arquitectura en la Universidad de Chile un par de años, pero abandonó la carrera para trabajar como ilustrador en la Editorial Zig-Zag, editora de El Peneca (1908-1960), la legendaria revista infantil que desde 1921 dirigía su tía Elvira Santa Cruz, la célebre Roxane, y que circulaba por toda América Latina. Desde entonces su genio otorgaría a El Peneca ese sello que fascinaba a los lectores y que motivó a gente como Constancio Vigil, dueño de la editorial argentina Atlántida, y al mismísimo Walt Disney, a realizar tentadoras ofertas para que Coré se incorporara a sus equipos de trabajo, las que éste rehusó siempre.
Tal era la sensibilidad artística de Silva Ossa que llegó a construir su propia casa de acuerdo a la imaginería de sus obras. Eximio carpintero, la ornamentó con puertas, cerrojos, lámparas y muebles medievales de inspiración propia. Su esposa, Nora Morvan, fue su modelo femenina predilecta, reconvertida múltiples veces en hada o princesa. Sus conocidos del barrio o del trabajo se reencarnaron a su vez en aventureros o piratas, y sus tres hijos les dieron identidad visual a los niños soñadores que habitaron la galaxia fantástica de El Peneca.
Mi primer contacto con las imágenes de Coré fue gracias al Silabario hispanoamericano de Adrián Dufflocq, que me regalara a comienzos de la década de 1950 mi tío Luis Lucero Quezada. También durante mi infancia, mi padre nos regaló a mí y a mis hermanos unos maravillosos boletos de viaje en la forma de una inolvidable colección de textos juveniles, la Biblioteca Amarilla de Zig-Zag, donde leímos a Salgari, Verne, May, Conan Doyle y muchos otros. Allí, en Corazón, La isla del tesoro, Lautaro, Oromaika, la virgen de la selva, Aventuras de una gorra y muchas otras novelas, seguí fascinándome con los mundos evocados por el ilustrador, y cuando el mundo mágico de la infancia se adormeció, las imágenes de princesas, hadas, ogros y duendes siguieron vigentes en mi imaginación gracias a Coré. Muchos años después, a mediados de los años setenta, en un mercadillo de Valparaíso di con una vieja maleta que contenía 189 pruebas de imprenta de portadas de El Peneca. Estaban extraordinariamente conservadas. Esa fue la chispa que encendió el motor, que me ha animado durante todos estos años siguiendo la pista de las obras de Silva Ossa. Probablemente el desafío más grande haya sido reunir una selección consistente de su obra inigualable, puesto que, tanto por tratarse de ilustraciones realizadas en soportes frágiles como por su magia intrínseca –que hacía a sus propietarios renuentes a cederlos–, después de su muerte esa obrasufrió una gigantesca dispersión.
En efecto, si consideramos sus casi veinte años de trabajo en la Editorial Zig-Zag, la aparición semanal de El Peneca y el medio centenar de libros que ilustró, un simple cálculo arrojaría una cifra cercana a las diez mil ilustraciones. Las imágenes que componen este libro se han seleccionado de un universo de más de tres mil dibujos, que a su vez constituyen el resultado de una treintena de años de búsqueda apasionante. Con mi hermano Jorge, camarada de aventuras en la exploración de mercados de viejo, hemos peregrinado cientos de kilómetros en busca de estos dispersos personajes. Cada fin de semana era, y aún lo es, dedicado a la pesquisa de las obras de Coré. Así, sin quererlo, fuimos elevando el precio de las portadas o libros que contenían sus ilustraciones. Desde hace un tiempo, sin embargo, este camino ya no ha sido en solitario. En la década de los noventa el Fondart y la Dibam me apoyaron en la reproducción fotográfica de las obras de Coré que se encuentran en la Biblioteca Nacional. Agradezco la ayuda de Carmen Martínez Valiente, quien compartió conmigo varios meses en la reproducción y ordenamiento de ese material. Vayan asimismo mis saludos a un hermano de la cofradía coretiana, Gonzalo Catalán, de la Dibam, quien manifestó en forma permanente su apoyo a esta iniciativa. En la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica, que acogió la idea de continuar investigando, sumando el aporte de la doctora Soledad Puente, hemos logrado reunir 4.567 obras, de las cuales hemos fichado y clasificado 2.456. Resta por ubicar más de la mitad de lo que probablemente fue su producción total.
Gran parte de las imágenes que reúne este volumen corresponden a originales; otras son pruebas de impresión y/o calce de la impresión en color. Muchas de ellas tienen manuscritas en el dorso fechas que no corresponden necesariamente al año de la publicación a que estaban destinadas. De todos modos la discrepancia se da casi exclusivamente en imágenes para novelas o libros, y no sobrepasan por más de un año la fecha de aparición en el mercado. En el caso de las portadas e ilustraciones de El Peneca, pueden diferir hasta en un par de meses, o variar de año cuando se trata de series muy extensas. Cabe recordar que muchas de las imágenes de Coré fueron utilizadas más allá de su primitivo destino y ocupadas después para ilustrar publicaciones varias o reediciones. Siempre que nos fue posible fechamos de acuerdo a nuestro dato más antiguo.”
Compilación y textos: Juan Domingo Marinello

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