lunes, abril 22, 2024

La variante del Presidente Boric. Ocupar el vacío de poder y manejar las apariencias.

 


 

Con todos los errores e impotencias; con todas sus limitaciones, con todas las dificultades, (la distancia entre lo que pudo ser y lo que ha acabado siendo), Boric ha permitido que Chile tenga una cierta estabilidad institucional. El Presidente Gabriel Boric sabe que tiene un gobierno de minoría parlamentaria, y dos años restan, tiempo para que un nuevo proyecto nacional sensato florezca y asuma su responsabilidad de formar un amplio y creíble frente electoral victorioso, poderoso.

Por Omar Pérez Santiago.  

Uno se levanta de la cama, abre las cortinas y espera que se cuele la luz por la ventana.

Vivimos en una época donde la fe, las creencias, los enigmas, los misterios y los valores espirituales han disminuido.

Las nuevas generaciones necesitan que la luz de las creencias espirituales entre por su ventana. Sentido de vida. Vitalidad. Imaginación. Los jóvenes tienen la mente más abierta porque tienen tiempo para leer, para soñar despiertos, para imaginar.

El Presidente Gabriel Boric entra a un estadio lleno de gente y espontáneamente recibe una intensa ovación. Mucha gente lo quiere.

¿Por qué?

Con todos los errores e impotencias; con todas sus limitaciones, con todas las dificultades, (la distancia entre lo que pudo ser y lo que ha acabado siendo), Boric ha permitido que Chile tenga una cierta estabilidad institucional.

Sobre todo, Boric ha enfrentado al Chile Negro, la inquietante extrañeza de entrañamiento del ingente vacío político y la emocionalidad negativa que dejó la morrocotuda fractura social.

Gabriel Boric percibe el clima de opinión contemporáneo e intenta llenar ese vacío profundo. Su disposición —su entusiasmo— en expresar sus opiniones en público, en mostrar abiertamente sus puntos de vista. El Presidente Boric influye en los demás.

Si no hubiese sido así, el desenlace del relato sería el aumento del vacío de poder y el fortalecimiento de un encolerizado populismo demoledor de hooligans digitales cada vez más resentidos.

El Presidente está oxigenado. Sus señales son completamente abiertas y públicas. Sabe que los jóvenes quieren escuchar alternativas en la forma de pensar. No quieren estar aislados. Necesita creaciones mentales presentadas con los mecanismos de los sueños y los símbolos.

El vacío de los muertos

Por otro lado, los políticos chilenos, a diestra y siniestra, con pocas excepciones, no ejercen liderazgo. No influyen. 

Digamos las cosas como son.

Los políticos chilenos tienen problemas anaeróbicos, falta de oxígeno que genera pudrición. Su rizosfera no está oxigenada. Sufren de hipoxia, se ven pálidos, azulinos. Tienen entumecimiento u hormigueo en las manos y los pies. Su mente psíquica carece de levedad, flexibilidad, impulso creativo y fiebre innovadora. En resumen, llevan caras de muerto. La insoportable gravedad del ser.

No están vinculados a la naturaleza de los debates actuales. Son taxativos como piedra. Son conservadores. Inútiles: no saben separar las yemas de las claras de los huevos. Están aislados del propio medio social del que proceden.
Esto no lo digo yo, lo dicen ellos mismos.

Según el reciente estudio del Observatorio Latinoamericano de Salud Emocional, el 70% de los diputados entrevistados considera que el nivel de empatía y conexión emocional entre legisladores y ciudadanos es bajo.

Cuando hablan, parlotean solo para su grupo de interés. Quieren arreglarse los bigotes antes de las elecciones. Un puesto o un cargo. El oxígeno sólo les alcanza para adular al petulante de su tribu. Son conservadores y apegados a la racionalidad unidimensional de la política. No tienen fantasías, ni imaginaciones, ni intuiciones, ni visiones, ni fe. Su dura politización es un circo privado que no le importa a nadie.

Así son las cosas.

La hipoxia les causa miopía. No ven que está emergiendo una nueva forma de chilenidad.

Todavía viven en la época de la globalización bipolar que surgió después de la Segunda Guerra Mundial. Creen en la narrativa de la Guerra Fría, en la geopolítica del Capitán América, el soldado que combatió en la Segunda Guerra Mundial y que ha permanecido congelado en hielo durante décadas.

No ven que ha surgido lo multipolar con la suma de China y de la India. Y el surgimiento del neonacionalismo.

En cambio, la juventud hoy lee el popular y premiado libro del chino Liu Cixin o ve la serie de Netflix, basada en sus páginas, El problema de los 3 cuerpos. Los jóvenes saben que en la mecánica orbital de la sociología cósmica, el movimiento de tres cuerpos es muchísimo más complejo.

Videntes de realidades

Mientras, las nuevas generaciones esperan sueños, leyendas y ensoñaciones. Que entre la luz por la ventana.
Los sueños reconocen que los dioses interfieren en los destinos humanos (en la mejor tradición literaria épica). Los sueños reconocen el rol de las deidades y de los presagios, el arte del disimulo y los repliegues o momentos vacíos.

Déjame poner algunos ejemplos:

Alejandro Magno creía que su gloria se la había predestinado Zeus. Pone a los dioses de su lado. De igual modo, su gran enemigo, Darío, el emperador de los persas, era supersticioso y un eclipse de luna lo asustaba antes de ir a la guerra.

El libertador José de San Martín era católico a su modo. Tenía alma liberal y fluidas relaciones con la masonería, la Logia Lautarina, pero sabía que la Iglesia Católica ayudaba a la unidad nacional.

El político John Kennedy estaba agradecido del exquisito glamour de su esposa, Jacqueline Kennedy, que impuso su calidez, la cultura francesa y la moda neoyorkina en la cultura pop de EE.UU. El estilo, el aura importa. Sabían que los sueños también son el arte de manejar la moda y las apariencias, que no es algo solo racional.

Los reyes que más tiempo han gobernado eran expertos en manejar las apariencias, la liviandad del poder, las habilidades blandas. Luis XIV de Francia gobernó 72 años. La reina Isabel I gobernó más de cuatro décadas. Francisco José I de Austria fue emperador por casi 68 años. Juan II de Liechtenstein gobernó 70 años.

Recientemente, la reina Isabel II gobernó 70 años, bajo diversos gobiernos. Fue experta en administrar las apariencias. Por ejemplo, cuidar que las mujeres de su familia no mostraran los calzones en las discotecas de Londres.

No es gazmoñería. Es administrar lo que se oculta bajo la superficie.

Las apariencias tienen efectos en la psiquis y en la opinión de la gente que vota. Porcentajes de votos con los que se ganan y se pierden las elecciones.

Para manejar las apariencias los gobernantes recurren a veces a prácticas espirituales o mágicas o artes maleficorum. Es decir, los mecanismos de los sueños.

Conocen el efecto halo. El término «efecto halo» fue acuñado por el psicólogo americano Edward Thorndike en 1920. Observó que los profesores tendían a evaluar a los estudiantes de manera más favorable si tenían un buen aspecto físico.

Las apariencias también hablan de los sueños: en los años 60, los hombres con melena estaban diciendo algo, la minifalda decía algo.

La variante Boric

El Presidente Boric ocupa el vacío de poder y trata de buscar su variante. Además, trata de manejar las apariencias.

¿Para qué?

Para ganar tiempo y mantenerse aireado. Pues el Presidente Gabriel Boric sabe que tiene un gobierno de minoría parlamentaria.

Y dos años restan. Dos años.

Tiempo para que un nuevo proyecto nacional sensato florezca y asuma su responsabilidad de formar un amplio y creíble frente electoral victorioso, poderoso.

¿Para qué?

Para soñar con un prodigioso Chile familiar, para institucionalizar un futuro donde se incluya a todos, una nueva chilenidad. Una nueva realidad más estable, más transversal y con una preeminencia cultural más sólida.

Para llenar el vacío existencial de modo estable y para que Chile prospere.

¿Lo logrará?

Gabriel Boric, como persona individual, sabe que tiene tiempo. Es joven. 38 años.

(La juventud en sí no es un mérito. A no ser que uno sea Presidente de la República. Eso le da intensidad).

Por eso, Gabriel Boric está sereno, él no reduce todo al aquí y ahora, conoce el significado del mañana.

La juventud se levanta de la cama, abre las cortinas y espera que entre la luz por la ventana. Hay un largo día de trabajo.

"La crisis de la narración" del filósofo Byung-Chul Han

 


En su nuevo libro "La crisis de la narración"  (2023), el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, explora el declive de la narración en la sociedad contemporánea y su impacto en nuestra capacidad para darle sentido al mundo y conectarnos con los demás.

Han sostiene que la proliferación de información y el flujo constante de estímulos en nuestra era digital han hecho que sea cada vez más difícil contar historias significativas. Nos bombardean con información breve y fragmentada que carece de contexto y profundidad, y nos distraemos constantemente con nuevas notificaciones y demandas de nuestra atención. Esto, según Han, ha provocado una crisis de atención y una pérdida de la capacidad de concentración.

Como resultado de esta crisis de la narración, Han sostiene que nos estamos volviendo cada vez más aislados y atomizados. Ya no podemos conectarnos con otros a través de historias y experiencias compartidas, y estamos perdiendo nuestro sentido de comunidad y pertenencia. Esto, a su vez, está provocando un aumento de la soledad, la ansiedad y la depresión.

Para contrarrestar esta crisis, Han pide un resurgimiento de la narración. Sostiene que necesitamos crear espacios donde las personas puedan reunirse y compartir historias que sean significativas, reveladoras y transformadoras. Estas historias pueden ayudarnos a darle sentido a nuestras vidas, conectarnos con los demás y construir una sociedad más justa y humana.

Estos son algunos de los temas clave del libro:

El declive del storytelling en la era digital

El impacto de la crisis de la narración en nuestra capacidad para darle sentido al mundo y conectarnos con los demás

El aumento de la soledad, la ansiedad y la depresión

La necesidad de revivir la narración

"La crisis de la narración" es un libro que invita a la reflexión y ofrece una crítica de la sociedad contemporánea.  Han releva la importancia de contar historias relevantes en el mundo actual, donde estamos cada vez más conectados entre nosotros pero también más aislados que nunca.



Poemas de la turbulencia existencial. Rainer Maria Rilke, T.S. Eliot, Edgar Allan Poe y Borges. Ilustración de Henry Darger


 Aquí hay algunos ejemplos de poemas que abordan la turbulencia existencial. La exploración de estos temas profundos y universales ha sido una constante en la historia de la literatura, ofreciendo a los lectores un espacio para reflexionar sobre su propia existencia y el lugar que ocupan en el mundo.

Poemas sobre la turbulencia existencial:

1. "Angst" de Rainer Maria Rilke:
Este poema explora la profunda inquietud y el vacío que se experimentan en la búsqueda del significado de la vida. El poeta utiliza un lenguaje intenso y evocador para describir la sensación de estar perdido en un mundo caótico e indiferente.
Fragmento:
"¿Quién soy yo? ¿Y si no soy yo?
¿Y si soy otro? ¿Y si no soy?
¿Quién soy yo?"
2. "El hombre deshabitado" de José Luis Borges:
En este poema, el poeta reflexiona sobre la naturaleza fugaz de la identidad y la fragilidad de la existencia. El hombre deshabitado es una metáfora de la condición humana, perdida en un laberinto de dudas y cuestionamientos.
Fragmento:
"Soy la sombra que cruza por la calle,
soy el viento que agita las ramas,
soy el agua que corre por el río,
soy el polvo que levanta el viento."
3. "El cuervo" de Edgar Allan Poe:
Este poema clásico narra la historia de un hombre atormentado por la pérdida de su amada, quien se ve envuelto en una espiral de desesperación y locura. La obra explora temas como la muerte, la pérdida, la soledad y la angustia existencial.
Fragmento:
"Nunca más, oh, nunca más!
Esto me susurra el cuervo sin cesar.
Nunca más, oh, nunca más!
Es la respuesta que me da el dolor."
4. "La tierra baldía" de T.S. Eliot:
Este poema extenso y complejo es una meditación sobre la desolación y la fragmentación del mundo moderno. El poeta utiliza una variedad de técnicas literarias para crear una atmósfera de desesperanza y vacío, reflejando la crisis existencial que caracterizó la época posterior a la Primera Guerra Mundial.
Fragmento:
"Abril es el mes más cruel,
Engendra lilas del recuerdo
Que mezclan la lluvia con la lujuria
Despertando la tierra muerta."

jueves, abril 18, 2024

Los cuentos de Luis Alberto Tamayo y el corpus literario de los existencialistas

 


Disfruto del libro de cuentos «Nos cuesta la vida» de Luis Alberto Tamayo por su narrativa bien escrita, a través de frases concisas y diálogos ágiles. Los cuentos se desenvuelven con una fluidez que se beneficia de su brevedad, y la edición de Edebé, con su cómodo formato y diseño, se suma a la experiencia de lectura.

Los 10 cuentos que componen la obra giran en torno al tema de la derrota. La derrota es central en el corpus literario de estos cuentos de Luis Alberto Tamayo.

Personajes chilenos comunes: esforzados, trabajadores, estudiosos quienes están convencidos que esa es la única manera de progresar. Sin embargo, por razones inexplicables, quizás caprichos del destino, la vida de estos personajes invariablemente termina en derrota

Es decir, son cuentos del vencimiento. Un tema recurrente en la obra.

El cuento ‘El Rucio y el río’ sirve como claro ejemplo de esta temática. En él, el Rucio lucha por mantener a flote su negocio al borde del río, pero es el mismo río el que, inexorablemente, lo derrota. Se ahoga.

De igual manera, en el primer cuento, ‘Atardecer en sepia con piscina y álamos’, narrado a coro por los diversos miembros de una familia que aparenta ser ideal, bajo la superficie se esconde una realidad ominosa: la familia fracturada, un tío que manosea a las niñas.

Esta derrota no es externa, sino interna, una condición inherente a la existencia de estos personajes. La derrota se convierte en una constante en la vida de estos individuos, marcando su destino. Es la naturaleza omnipresente de los personajes: ser derrotados.

Silencio y escucha: ¿Has reconocido tu derrota y la admites?

Personajes que buscan caminos como parte de su naturaleza, pero terminan mal.

En el cuento ‘Vestido Rojo’, unas amigas se preparan para ir a una fiesta vestidas de rojo. Pero, no pueden evitar la derrota de llegar a un sitio lúgubre donde  no conocen a los invitados. Es el fracaso de las expectativas juveniles.

La derrota es una forma especial del espíritu y se aferra a todas las enseñanzas y filosofías, pero más aún a la vida cotidiana, ya que la vida misma está llena de derrota y en el fondo es totalmente ilógica. Los personajes se esfuerzan hacia el triunfo, para poder ser, al fin, derrotados. La derrota misma no tiene reglas. Ese es su misterio y su ley desconocida e incomprensible.

‘La Pichosa’ es un cuento sobre un profesor que ve llegar a su colegio a Pichosa, una antigua compañera de curso. Pichosa matricula a su hija en el colegio. Así el profe es testigo del sufrimiento de un niño que se enamora de la niña, la Pichosa Chica. El alumno sufre igual como el profe sufrió con la mamá.  Dos derrotados en el desamor: el alumno y el profe. Todo se repite. Castigo eterno.

Así, los personajes de estos cuentos son de carácter existencialista. Es el mito de Sísifo de Alberto Camus. Sísifo es uno de los antiguos mitos griegos. Era un rey de Corinto mañoso con la muerte. Cuando la muerte fue a buscarlo la sedujo y la ató inmovilizándola. Zeus le impuso el castigo eterno de hacer rodar una roca por una colina en el Hades. Obligado a subir la roca que caerá de nuevo. Un loop. En literatura, un loop o bucle se refiere a una estructura narrativa en la que una secuencia de eventos se repite de manera similar o idéntica, creando una sensación de circularidad o repetición.

El mito de Sísifo es la metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre. A pesar de nuestros impulsos sinceros, haya algo desconocido e irreductible que siempre nos atrapa.

Lo sabía Alberto Camus. En enero de 1960 había pasado unas vacaciones en Lourmarin y volvía alegre. Pero su auto chocó contra un árbol. Murió a la edad de 46 años. Camus no pudo inmovilizar a la muerte. Muerte absurda e imprevisible, su derrota.

Mi cuento favorito se titula ‘El día que vuelva Mariela’. La trama, tan simple como absurda, narra la historia de un joven estudiante que alquila un pequeño departamento. Desde el primer día, comienzan a aparecer personas preguntando por Mariela, la antigua inquilina. La historia se torna absurda a medida que se multiplican los personajes que esperan el regreso de Mariela.

En resumen: persisten en los excelentes cuentos de Tamayo la sensación de que la filosofía del absurdo está a la vuelta de cualquier esquina.  En los cuentos de Tamayo los personajes tienen tendencia a vivir en la filosofía del absurdo que sostiene que sus vidas son fútiles, o a lo menos, inasibles.



domingo, abril 07, 2024

En el fondo de su tumba está el mar. Por Omar Pérez Santiago. El Heraldo abril 2004

 



En la costanera de Cartagena de Chile, entre la playa Chica y la playa Grande, estoy con Elly Orellana, mi hermana Silvia y Jorge Araya sentados en una Fuente de Soda. Desde los ventanales vemos a una pareja de jóvenes sentados en la baranda. Detrás de ellos está el mar, el sol recorta sus figuras. El le habla seriamente, gesticulando con sus manos. Ella se ríe y baja sus negras pestañas, indefensa como una flor. A veces, ella esconde coquetamente con sus manos la sonrisa de su armonioso rostro. El la seduce, suponemos, contándole delgadas y amorosas humoradas. Ella gira su cabeza, se entrega divertida. En el intertanto de ese amorío juvenil le preguntamos a la garzona dónde está la tumba de Vicente Huidobro, que vino a morir en el año 1948 aquí en Cartagena. “En el cerro”, nos responde la muchacha.

 En 1618 el capitán español Juan de Cartagena fundó el pueblo en esta playa que le pareció fastuosa. A comienzos del siglo XX ricachones de Santiago transformaron Cartagena en un selecto balneario. Levantaron casas que imitaban los acantilados franceses y las divinas playas de Italia.

Aunque aún siguen en pie elegantes obras. Cartagena ya no alberga a los ricos. Tiene una población de 15 mil habitantes, y es visitada por unas 450 mil personas al año, y sigue recibiendo la visita de artistas y poetas que la han denominado pomposamente como Capital Cultural.

Un vecino de Cartagena y una carabinero –subiendo ya el cerro en el auto de Jorge- nos orienta con gentileza sobre cómo llegar a la tumba del poeta Huidobro. Estamos a los pies del cerro. El camino de tierra está en mal estado y tenemos que hacer los últimos trechos a pie, sin la certeza de andar por el buen camino.

Los biógrafos dicen que esta fue la última caminata de Huidobro, un martes 16 de diciembre de 1948.

Cruzamos junto a la casa de veraneo del poeta, una vivienda de un piso y techo de tejas, de aspecto vulgar y distribución defectuosa, cuyos planos había confeccionado Huidobro. Sé que en los dormitorios y en el living comedor con chimenea escaseaban los adornos y cuadros, porque Vicente Huidobro carecía del sentido de la decoración. Desde aquí veía el inmenso panorama oceánico, puntillas, ensenadas, dunas y pinares.

 Aquí vivió momentos memorables con su segunda mujer, Ximena. La historia es un guión de cine. El tenía 33 años, casado 14 años con Manuela Portales, cuatro hijos. Entonces se enamoró de una apetecible muñeca de 14, Ximena Amunátegui, heredera de una conocida familia de Santiago. El escándalo fue patagüino. Los hermanos de Ximena los buscaron para matarlo. “Lo vamos a matar”, dijeron. Ximena fue enclaustrada en un convento. Huidobro huye a New York. Su padre no volvió a hablarle.

La cuestión no quedó allí: regresó clandestinamente con un desorbitado plan: rapto de menores. Ximena pidió permiso a las monjas para ir al dentista. En una esquina de Santiago, en un automóvil la esperaba Vicente. Cruzaron la cordillera de Los Andes y llegaron a Mendoza, Argentina. Luego se fueron a taquillar a París.

Sabemos que fueron felices en Europa.Volvieron a Chile algunos años después. En Santiago tuvieron un hijo, Vladimir.

 La pareja pasó en Cartagena lapsos inolvidables. Huidobro trajo semillas y forestó el lugar. Aquí llegaban los leales de la trupp Huidobriana: los poetas Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Se alojaban en un cuarto sobre el que tenían un derecho adquirido. A veces, se entretenían con eternas partidas de cartas. El juego terminaba en pelotera. Vicente trampeaba. Braulio se enfurecía, se despedía y tomaba la maleta Huidobro salía tras él, le cogía del brazo pidiéndole perdón. Una vez se trenzó con Ximena. Ella le dijo: “tramposo”; él contestó: “los tramposos son los Amunátegui y el señor Domingo Amunátegui es un señor prehistórico”. Peleas infantiles que se tomaban en serio.

Un día ocurrió lo inconcebible que lo paralizó como una estatua. Son esas cosas sensibles, duras y tristes, que por pudor, uno quisiera no oír. Apareció un joven poeta argentino, simpático y canchero: Godofredo Iommi. También se empezó a quedar en Cartagena. Todos sabemos lo que ocurrió. No digamos más. El triángulo se prolongó por varios meses. Huidobro no quiso aceptarlo. Se volvió doloroso. A veces, rudo.

Bajoneado se fue a Europa en 1943 en plena II guerra. Entonces, Godofredo y Ximena se casaron. Orgulloso, Huidobro le escribió a un amigo: “Ninguna mala voluntad a Jimena. Cómo voy a tenerla. Ella me dio a mí sus mejores años, su juventud, su primavera y su verano y ahora le da a otro su otoño y su invierno. ¿No es esto una gran finura? Y luego casarse con quien lo hizo es otra finura...su marido es uno de los pocos que no puede dar celos a nadie”.

Se dejaba a ver que el poeta estaba picado.

Creo que no se recuperó.

 Participó en la guerra. Buscó o inventó nuevos mitos, como el teléfono de Hitler, que habría sacado del gabinete del nazi.

En 1945, finalizada la guerra, volvió a Cartagena con el teléfono de Hitler y con una nueva joven esposa, Raquel Señoret.

Regresó con el alma malherida. Algunas de las cartas del escritor, muestran amargura.

Su muerte fue pre-sentida. Su hija Manuela se encontró con una clarividente en la calle Miraflores: “Sufriría la pérdida de un pariente”, le dijo.

Pasaron algunos meses. El lunes 15 de diciembre Huidobro fue al cine Bandera a ver la película “Feria de Quimeras”. Salió a las nueve de la noche y le dijo a su amigo Carlos Valdés: “Anda a verme mañana a Cartagena, después ya no me verás”.

 El martes 16 Huidobro tomó en la estación Mapocho el tren a Cartagena. El ferrocarril, inaugurado en 1922, recorrió los 108 kilómetros que hay entre Santiago y Cartagena. Eran las tres de la tarde y le clima estaba templado, 18 o 19 grados. Desde lo alto de la loma donde está la estación observó la playa Chica, donde muchachas se paseaban en trajes de baño “last-tex” y los osados “Catalina”, que causaban furor. Más allá, entre playas, en el paseo peatonal, unos niños compraban manzanas confitadas.

Huidobro esperó un taxi. Finalmente repechó a pie hasta lo alto de la colina, maleta en mano y deteniéndose para tomar aliento. Entonces le dio un derrame cerebral.

La casa en la colina se llenó de gente. El poeta estaba inconsciente.

El día viernes dos de enero a las 16:15 murió.

 Murió el mejor poeta vanguardista, antipoeta y mago.

Murió sin el Premio Nóbel que la Academia de Irlanda pidió para él en 1926.

Murió sin el Premio Nacional.

Murió sin un Premio Municipal.

 La sobria urna de caoba barnizada de negro –del tipo 14, según dijo uno de las pompas fúnebres- se instaló en la austera casa. No tenía cruces, ni cirios, ni flores. El féretro solo. “No seré de los que se ablandan a última hora, pidiendo confesor”. Había dicho.

De Buenos Aires llegó un cable de condolencias firmado por Godofredo Iommi y Ximena Amunátegui.

El día sábado tres a las 17:30 el funeral inició su viaje, desde lo alto de Cartagena. La bella Raquel Señoret vestida de negro subió al primer auto. “Siento por mi esposo adoración y cariño”, declaró a un periodista de La Nación. En otro auto iba su amigo Hugo Montes, en otro la pintora Henriette Petit. Veinte autos cruzan lentamente junto a la playa de Cartagena. Media hora se demoró el cortejo entre la casa del poeta y el cementerio.

En el vano del cementerio de pescadores tomaron la urna Vladimir, hijo del poeta de 13 años, vestido con un traje gris, descubierto y llevando en su brazo derecho una franja de luto; sus amigos Luis Vargas Rosas, Carlos Soto y Carlos Valdés. Caminaron tras ellos: Raquel Señoret, Henriette Petit, los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y Jorge Hübner, Hernán Díaz Arrieta, Alfonso Bulnes, el embajador de Francia y el embajador de la república española, sus cuatro hijos del primer matrimonio: Manuela, Vicente, María Luisa y Carmen. Otro grupo de jóvenes escritores, entre ellos dos enriques: Enrique Lihn y Enrique Lafourcade.

Total: sesenta personas.

 Dicen que el cortejo erró entre los nichos. La urna fue colocada en una bóveda de cemento.

Desencajados, ninguno de los amigos del poeta pudo hacer uso de la palabra. Salvaron dos diplomáticos: primero, Antonio Lezama, del figurado gobierno republicano español. Y luego, el embajador de Francia, vestido de pulcro blanco.

“Es el funeral más barato que hemos hecho. Madera corriente”, declaró el de las Pompas al periodista aguja.

Días después, con el permiso presidencial, Manuela sepultó los restos aquí en su propiedad. Quería estar en su heredad, frente al mar, en el pequeño parque rodeado de sus sauces, jacarandas, acacias y flores.

Aquí llegamos, por fin, a la blanca tumba y leemos, al subir las escaleritas, en la lápida del poeta, la inscripción que su hija Manuela y Eduardo Anguita armaron desde un poema: “Abrid esta tumba, al fondo de la tumba vereís el mar”. Nos giramos sobre nuestras espaldas. Allá el mar y abajo Cartagena y sus antiguas casonas. Aquí, en la ladera de estos cerros, caminó y cabalgó el mago. Presumo que Huidobro escribió aquí su Monumento al Mar, el mejor poema de amor al mar:

 “Este es el mar que se despierta

como el llanto de un niño.

El mar abriendo los ojos

Y buscando el sol

El mar empujando las olas

Sus olas que barajan sus destinos”

 Al bajar nos encontramos con un grupo de jóvenes –fans de la poesía- que nos preguntan cómo llegar a la tumba de Huidobro. Igual que nosotros, han estado dando vuelta sin éxito, como muchos otros antes y muchos otros que vendrán. Porque a veces, los hombres y mujeres buscamos algo de raíces, de magia e incitación. O reencontrarnos con preguntas que durante el año, en el stress de la vida cotidiana, habíamos perdido: cuestionamientos, por ejemplo, como los que ya expresó el poeta en Altazor, similares quizá a las preguntas con que ese muchacho en la costanera de Cartagena seduce a su bella amiga:

 “¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?

¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?”

  

(Escritores y el Mar, Ediciones Cosa Nostra, 2002)

Octavio Paz y el ´68 . Por Omar Pérez Santiago, La Nación 2008

 


Escucho voces antes de doblar la esquina. Doblo y, como si fuera irreal, aparece Octavio Paz.
Era una medianoche de luna llena de junio de 1988 y Octavio Paz caminaba directo hacia mí en una calle principal de Malmö en Suecia, canteado por Lasse Söderberg a la izquierda y Jean Clarence Lambert a la derecha. Venían del centro cultural francés y yo venía con mi novia sueca de mi pub preferido.
Entonces lo vi y grité como un groupie: “Octavio Paz”.
Y lo abracé Y Octavio Paz me abrazó.
Mi entusiasmo nocturno tenía bases sólidas.
Octavio Paz era un tipo de escritor muy de moda. Desde 1968 Octavio Paz publicó obras capitales. Dije 1968 y quiero decir “Tlatelolco a las cinco y media del miércoles 2 de octubre”, donde diez mil estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas escuchan a un líder estudiantil que habla desde un balcón. De pronto en el cielo se encienden luces de bengala. Se oyen disparos. Muchos caen en la plaza por el fuego de ametralladoras. La matanza de Tlatelolco fue un ataque militar del gobierno que tomó 29 minutos y dejó un monte de cadáveres.
Aún había olor a pólvora cuando, en protesta, Octavio Paz renuncia a la embajada en la India, donde estaba desde 1962. Tlatelolco gatilló el frenesí de Paz por la libertad crítica. Paz escribe Post Date, uno de cuyos capítulos centrales es sobre la carnicería de Tlatelolco, y sobre la crisis de representatividad política, el desfase entre la elite y el pueblo, el cultura piramidal del partido único, y del “sí, señor presidente”. Luego funda la revista Plural.
Leer a Paz en esos años de dictaduras sureñas, era un chiflón de aire libre. Paz denuncia el golpe contra Salvador Allende, critica la falta de fe de las democracias occidentales, los límites del mercado, el desdoblamiento democrática-imperial de Estados Unidos, defiende el aborto y la liberación femenina, critica la dictadura de Franco, y defiende el aura libertario del movimiento del 68.
Pero a la vez, Paz denuncia la URSS y defiende a Solzhenitsyn y a Padilla en Cuba y critica la doble moral de una cierta izquierda dogmática, la caída cultural de la izquierda stalinista que no perdonó a Paz y que lo vio como una bestia negra.
Pero sobretodo, lo que dijo Paz, lo dijo con un lenguaje creativo y centelleante, nervioso y sustantivo, como si orillara un acantilado.
Hace veinte años, una noche en Malmö, Octavio Paz me abrazó y luego me preguntó:
-Y ¿tú quien eres?
Lasse Söderberg se apuró en presentarme y en contarle que yo había hecho una antología literaria de suecos y latinoamericanos que titulé Jardines Errantes, (Irrande Trädgardar, 1987, Aura Latina). El título del libro estaba tomado de uno de los poemas de Octavio Paz, publicado en 1971 y dedicado a Jean Jacques Lambert, su traductor francés, que estaba también allí parado al lado de Octavio Paz. Además, el poema había sido traducido al sueco por Lasse Söderberg.
Lo qué son las cosas.
De un modo curioso y fantástico, todos los que teníamos algo que ver con el poema Jardines Errantes, un homenaje al dialogo del vagamundo, estábamos allí parados, como troncos bohemios, a la doce de la noche en la calle Södra Förstadgatan de Malmö, bajo la luz centelleante de la luna llena.
-Lasse, dijo Paz, no me has enviado ese libro.
-Sí, Lasse, dije yo haciéndome el interesante, ¿por qué no le has enviado el libro Jardines errantes a Octavio Paz?
-Sí, Lasse, yo también quiero uno, dijo Jean Jacques Lambert.
El año siguiente cundió el rumor en los entornos de la academia sueca, que le darían el premio Nobel a Octavio Paz. No fue así. Ese año el premio recayó sobre Camilo Cela. Se dicen muchas cosas acerca de los criterios de la Academia sueca para nombrar al premio y uno de esos imaginarios, es que la academia no vuelve a premiar a un escritor del mismo idioma dos años seguidos. Sin embargo, la academia premió a Octavo Paz en 1990, desdiciendo los prejuicios.
La historia del poema Jardines errantes no quedaría allí.
Lambert publicaría en 1992 un poemario que titularía también Jardines errantes (México, 1992).
Y hoy Seix Barral, con motivo de los 10 años de la muerte de Octavio Paz, publica otro libro con el título Jardines errantes, con las cartas que escribió el Nobel mexicano entre 1952 y 1992 a Jean Jacques Lambert, una amistad que duraría 50 años.

JARDINES ERRANTES
A Jean Clarence Lambert, entre Suecia y México.
Entre la nieve y el terrón fusco,
El pino y el cacto,
entre
las palabras enterradas del poeta Ekelof
y las profecías desenterradas de Topiltzin,
el erizo de mar y la tuna tenochca,
el sol
de mediodía y el sol de medianoche,
Jean Clarence
tiende un hilo
sobre el que discurre
-del color al sonido,
del sonido al sentido,
del sentido a la línea,
de la línea
al color del sentido:
letras,
exclamaciones, pausas, interrogaciones
que deja caer
desde su divagar vertiginoso
en nuestros ojos y oídos:
Jardines errantes.

La variante del Presidente Boric. Ocupar el vacío de poder y manejar las apariencias.

  PUBLICADO POR:  CINE Y LITERATURA   11 ABRIL, 2024 Con todos los errores e impotencias; con todas sus limitaciones, con todas las dificult...